Paloma y Andrés corrían por el campo, entre espigas de trigo, con la luz de la luna como única guía. No habían corrido tanto en su vida, pero tenían que ser rápidos antes de que su padre descubriera que se habían escapado de casa.
Los niños llegaron hasta la ciudad, después de pasarse horas corriendo. Estaban hambrientos y cansados, tenían los brazos y las piernas llenos de cortes producidos por haber corrido por el campo, pero eran felices. Esa noche durmieron en la calle, en un banco, y descansaron como nunca.
Al día siguiente Paloma y Andrés despertaron, con hambre, frío y cansancio. Fueron a buscar comida, pero no tenían a dónde ir, no sabían dónde buscar. Llegaron hasta un mercado, y vieron un puesto de fruta.
¡Nunca habían visto tanta comida junta! No se lo pensaron dos veces. Esa noche durmieron en el cuartelillo.
"Levantaos, vuestro padre ha venido a buscaros.". Paloma y Andrés salieron de la celda, con la cabeza agachada, avergonzados por lo que habían hecho. Su padre los recibió con una sonrisa, alegrándose de que estuvieran bien.
Los tres fueron a casa en el coche de su padre, sin decir una palabra. No había mucho que decir. Se bajaron del coche, y entraron por la puerta. Paloma y Andrés se miraron el uno al otro, sabiendo que después de esto no podrían volver a escapar tan facilmente. Esa noche durmieron en el sótano, junto a sus otros hermanos.
Su padre suspiró aliviado, sabiendo que su secreto estaba a salvo, mientras miraba pensativo las lenguas de Paloma y Andrés que estaban en un bote con formol.
miércoles, 10 de enero de 2007
martes, 9 de enero de 2007
Un gato callejero
Laura era una niña de diez años recién cumplidos, y mientras sus padres estaban charlando en el parque, decidió alejarse un poco para jugar. Entre unos arbustos encontró un gato pequeño, no tendría más de un mes de vida. Le dio de comer algunas hojas, le bautizó como Garfield y lo trató como a un hijo. Los padres de Laura se llevaron a su hija, y ésta dejó a Garfield en el suelo, donde le había encontrado.
Jaime y Ramón habían hecho novillos, y llegaron al parque. Vieron un gato marrón y decidieron hacerle gamberradas. Le tiraron piedras, le pegaron con palos, y le ataron una cuerda al rabo. Un yonki llamado Alfonso los miraba mientras pensaba "cosas de niños".
Una mujer pelirroja fue al parque a leer un libro. Un gato marrón se acercó a él, le maulló, y la mujer decidió llevárselo a su casa. Lo llamó Ringo, le compró una caja de arena y comida Deluxe.
Alfonso, tumbado entre sus cartones, en un rincón del parque, se rascaba una herida en el brazo, un arañazo de gato. Por fin podría descansar tranquilo, aunque sabía que el SIDA no le dejaría vivir mucho más.
Jaime y Ramón habían hecho novillos, y llegaron al parque. Vieron un gato marrón y decidieron hacerle gamberradas. Le tiraron piedras, le pegaron con palos, y le ataron una cuerda al rabo. Un yonki llamado Alfonso los miraba mientras pensaba "cosas de niños".
Una mujer pelirroja fue al parque a leer un libro. Un gato marrón se acercó a él, le maulló, y la mujer decidió llevárselo a su casa. Lo llamó Ringo, le compró una caja de arena y comida Deluxe.
Alfonso, tumbado entre sus cartones, en un rincón del parque, se rascaba una herida en el brazo, un arañazo de gato. Por fin podría descansar tranquilo, aunque sabía que el SIDA no le dejaría vivir mucho más.
domingo, 7 de enero de 2007
Repoker de reyes
Los cinco hombres estaban reunidos, bebiendo Chivas y fumando Farias. Los cinco hablaban de negocios, como siempre, jugando una partida de poker. Sus putas, invisibles para ellos, se esforzaban por no escuchar más de la cuenta. Saber demasiado es peligroso.
"Subo la apuesta" dijo Ricardo. "Veo tus 150" contestó el resto. La tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo. Una raya blanca calmó los ánimos. Los caballeros destaparon sus cartas, alrededor del montón de billetes.
Pareja de reyes. Doble pareja. Escalera de color. ¡Alguien ha hecho trampas! Las putas se tiraron al suelo, sus lujosos vestidos del mercadillo acabaron manchados de sangre y Chivas. Se quedaron quietas, mirando al suelo, era mejor para ellas no ver nada.
Ricardo volvió a sentarse, puso su 9mm sobre la mesa. Se sirvió otro whisky mientras miraba a los cuatro hombres muertos, los mismos que mataron a su familia, que le traicionaron, que destruyeron su vida. Ricardo ahora tenía otra cara, otro nombre, otra pistola.
Ricardo se bebió su whisky y miró a los hombres muertos. Ya había cumplido con su venganza, con su motivación durante todos esos años. Ya no tenía familia, ni negocio, ni siquiera una razón para vivir. Se metió el cañón de su nueve milímetros en la boca, y apretó el gatillo.
Su sangre y sus sesos mancharon a las putas que estaban en el suelo, pero éstas permanecieron quietas.
Sobre la mesa quedó un repoker de reyes, la Muerte ganó la apuesta.
"Subo la apuesta" dijo Ricardo. "Veo tus 150" contestó el resto. La tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo. Una raya blanca calmó los ánimos. Los caballeros destaparon sus cartas, alrededor del montón de billetes.
Pareja de reyes. Doble pareja. Escalera de color. ¡Alguien ha hecho trampas! Las putas se tiraron al suelo, sus lujosos vestidos del mercadillo acabaron manchados de sangre y Chivas. Se quedaron quietas, mirando al suelo, era mejor para ellas no ver nada.
Ricardo volvió a sentarse, puso su 9mm sobre la mesa. Se sirvió otro whisky mientras miraba a los cuatro hombres muertos, los mismos que mataron a su familia, que le traicionaron, que destruyeron su vida. Ricardo ahora tenía otra cara, otro nombre, otra pistola.
Ricardo se bebió su whisky y miró a los hombres muertos. Ya había cumplido con su venganza, con su motivación durante todos esos años. Ya no tenía familia, ni negocio, ni siquiera una razón para vivir. Se metió el cañón de su nueve milímetros en la boca, y apretó el gatillo.
Su sangre y sus sesos mancharon a las putas que estaban en el suelo, pero éstas permanecieron quietas.
Sobre la mesa quedó un repoker de reyes, la Muerte ganó la apuesta.
sábado, 6 de enero de 2007
Bicicleta nueva
Laura estaba en el parque, jugando con la bicicleta que los Reyes Magos le habían traído. Su padre la miraba orgulloso, le había costado mucho reunir el dinero para el regalo. La niña miraba al padre y sonreía, estaba feliz.
Alfonso estaba en el parque, jugando con el caballo que le habían traído los camellos. Vio a Laura montada en su bicicleta nueva, y sonrió. Laura se asustó al ver a Alfonso, y buscó con la mirada a su padre.
Alfonso pensó "por esa bici me darán 20 euros por lo menos". Se metió su caballo y sacó su navaja. La niña salió corriendo, cruzó una carretera, y la bicicleta acabó en el parachoques de un Land Rover.
Pasado un tiempo, Laura estaba en el parque, jugando con su bicicleta nueva. Ya no estaba contenta, para ella no era una novedad. Ya no podría volver a bajarse de su "bicicleta".
Alfonso estaba en el parque, como siempre, tumbado entre sus cartones, pero nadie se percató de su presencia hasta el día siguiente, cuando descubrieron que estaba muerto.
Alfonso estaba en el parque, jugando con el caballo que le habían traído los camellos. Vio a Laura montada en su bicicleta nueva, y sonrió. Laura se asustó al ver a Alfonso, y buscó con la mirada a su padre.
Alfonso pensó "por esa bici me darán 20 euros por lo menos". Se metió su caballo y sacó su navaja. La niña salió corriendo, cruzó una carretera, y la bicicleta acabó en el parachoques de un Land Rover.
Pasado un tiempo, Laura estaba en el parque, jugando con su bicicleta nueva. Ya no estaba contenta, para ella no era una novedad. Ya no podría volver a bajarse de su "bicicleta".
Alfonso estaba en el parque, como siempre, tumbado entre sus cartones, pero nadie se percató de su presencia hasta el día siguiente, cuando descubrieron que estaba muerto.
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